COMENTARIO A TIEMPO LA INTEGRIDAD DE NUESTROS PUEBLOS DE AMÉRICA (III)

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Por Teodoro Rentería Arróyave

TERCERA PARTE

De acuerdo a nuestra Constitución y por consecuencia a nuestra democracia, Andrés Manuel López Obrador es el legítimo presidente de México, incomode o no, por su origen humilde e indígena, posición ratificada en las últimas elecciones y pronto veremos los resultados en la consulta sobre revocación de mandato.

De que existe una oposición, existe, como en todas las naciones, y que bueno que así sea, si entendemos que la democracia es el sistema político, que aunque imperfecto, es el mejor que ha creado la humanidad, atengámonos a él, en las urnas se ganan o se pierden las posiciones.

Esta es la propuesta de López Obrador de unidad e integridad de los pueblos de América, expuesta en el 238 aniversario del libertador Simón Bolívar:

“En este afán puede que ayude nuestra experiencia de integración económica con respeto a nuestra soberanía que hemos puesto en práctica en la concepción y en la aplicación del tratado económico y comercial con Estados Unidos y Canadá.

Obviamente, no es poca cosa tener de vecino a una nación como Estados Unidos, nuestra cercanía nos obliga a buscar acuerdos y sería un grave error ponernos con Sansón a las patadas, pero al mismo tiempo tenemos poderosas razones para hacer valer nuestra soberanía, y demostrar con argumentos, sin baladronadas, que no somos un protectorado, una colonia o su patio trasero.

Además, con el paso del tiempo, poco a poco, se ha ido aceptando una circunstancia favorable a nuestro país. El crecimiento desmesurado de China ha fortalecido en Estados Unidos la opinión de que debemos de ser vistos como aliados y no como vecinos distantes.

El proceso de integración se ha venido dando desde 1994, cuando se firmó el primer tratado que, aún incompleto, porque no abordó la cuestión laboral como el de ahora, permitió que se fueran instalando plantas de autopartes del sector automotriz y de otras ramas, y se han creado cadenas productivas que nos hacen indispensables mutuamente; puede decirse que hasta la industria militar de Estados Unidos depende de autopartes que se fabrican en México, esto no lo digo con orgullo, sino para subrayar la independencia existente.

Pero hablando de este asunto, como se lo comenté al presidente Biden, nosotros preferimos una integración económica con dimensión soberana con Estados Unidos y Canadá a fin de recuperar lo perdido con respecto a la producción y el comercio con China, que seguirnos debilitando como región y tener en el Pacífico un escenario plagado de tensiones bélicas.

Para decirlo en otras palabras, nos conviene que Estados Unidos sea fuerte en lo económico y no sólo en lo militar. Lograr este equilibrio y no la hegemonía de ningún país es lo más responsable y lo más conveniente para mantener la paz en bien de las generaciones futuras y de la humanidad.

Antes que nada, debemos ser realistas y aceptar, como lo planteé en el discurso que pronuncié en la Casa Blanca en julio del año pasado, que mientras China domina 12.2 por ciento del mercado de exportación y servicios a nivel mundial, Estados Unidos sólo lo hace en 9.5 por ciento, y este desnivel viene de hace apenas 30 años, pues en 1990 la participación de China era de 1.3 por ciento y la de Estados Unidos de 12.4 por ciento.

Imaginemos si esta tendencia de las últimas tres décadas se mantuviera y no hay nada que legal o legítimamente pueda impedirlo. En otros 30 años, para el 2051, China tendría el dominio del 64.8 por ciento del mercado mundial, y Estados Unidos entre el cuatro y 10 por ciento, lo cual, insisto, además de una desproporción inaceptable en el terreno económico, mantendría viva la tentación de apostar a resolver esta disparidad con el uso de la fuerza, lo que nos pondría en peligro a todos. CONTINUARÁ.