El Desaparecido “Broadway Mexicano” y una Leyenda

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A L F A O M E G A

JORGE HERRERA VALENZUELA

MÉXICO NOS NECESITA UNIDOS A TODOS LOS MEXICANOS*

Entre las múltiples leyendas mexicanas que nos contaban las
abuelitas, otras que fueron escritas en el Siglo XIX y las divulgadas
en los principios de la centuria pasada, hemos encontrado muchas
que trascendieron como sucesos reales, unas más de las mentes de
novelistas y las que corrieron entre hacendados y rancheros de los
apartados pueblos o en las ciudades coloniales. Todas son muy
interesantes y son amena lectura como las de La Mulata de
Córdoba, La Llorona, la de Don Juan Manuel o las del Callejón del
Diablo.

Bueno, me encontré en mi biblioteca apuntes sobre las calles,
avenidas y calzadas de la hermosa, combatida y cosmopolita Capital
Mexicana. Llegué a las páginas donde leí la leyenda de una
romántica pareja que fue víctima de un longevo enamorado que
prendió fuego a la casa del joven matrimonio que habían salido y
dejado al pequeño hijo en el hogar, lo que dio origen a que una de
las arterias capitalinas fuese conocida, por siglos, con el nombre de
Calzada de Niño Perdido.

Junto con la exposición que haré del cambio radical que se produjo
en los años setenta en la Ciudad de México, en cuanto a la
necesidad de modernizar y ampliar las vialidades, conoceremos,
ustedes y yo, una historia, una leyenda, sobre el porqué se dio ese
nombre a un largo tramo que originalmente tenía doble circulación
y una de las líneas de autobuses, los camiones les llamábamos, era
la Niño Perdido-Penitenciaría. El pasaje empezó costando cinco centavos por viaje.              Además del chofer había un cobrador, el que a
cambio del pago entregaba un boleto como comprobante.

TRIÁNGULO AMOROSO INEXISTENTE

Empezaré por comentar los hechos, según relatos recogidos por
cronistas, la leyenda data del año 1656 cuando procedente de
España llegó a estas tierras, en la época virreynal, un joven para
trabajar en la Catedral Metropolitana. Contaban que era apuesto,
varonil y de buena presencia, además tenía antecedentes de ser
muy enamorador de las bellas chicas que cruzaban por su camino.
En el relato, de autor anónimo, refieren que un apuesto joven
escultor, llegó a la Nueva España, contratado para realizar el Altar
de los Reyes, en la Catedral de México. Se trataba de un hombre
que era codiciado por las jóvenes y él era un galán que las
enamoraba rápidamente. Vivía por el Sur de la Ciudad, un tanto
alejando del Zócalo. No se citó en la crónica, el nombre original de
la calle.

El caso es que escultor fue identificado como don Enrique de
Verona. Regresaba, una tarde, a su casa. Delante de él, una guapa
joven se inclinaba para recoger su pañuelo que había caído al suelo.
Sin mediar palabra, ni siquiera mirar en este momento a la dama,
Enrique se apresuró a recoger la prenda y entregársela en mano a
su dueña, esbozando ambos una sonrisa.

Ella se llamaba Estela de Fuensalida. Frente a frente fijaron sus
miradas. Intercambiaron un respetuoso saludo. Cada uno dijo su
nombre. Se inició una charla y caminaron en la misma dirección, lo
que supone que eran vecinos del rumbo. Continuaron las
entrevistas y en breve tiempo, decidieron contraer nupcias.
Instalaron su hogar en esa avenida. Vivían muy enamorados y llegó                                 el hijo esperado. Lo describieron como un bebé hermoso y era la
adoración de la pareja, pero más de Estela.

La joven madre antes de conocer a Enrique, era asediada por un
rico platero, un hombre entrado en años. Era un “viejo rabo verde”.
Tristán de Valladares, era su nombre.. Enterado de la boda de
Estela, con quien no había cruzado palabra, urdió un plan para
vengarse y hacer sufrir a la mujer que no pudo conquistar. Una
noche de diciembre, sigue la leyenda, Tristán supo que Enrique y
Estela habían salido, prendió fuego a un pajar junto a la casa. Las
llamas en unos minutos invadieron las habitaciones.

Tristán previamente entró hasta la recámara donde dormía el bebé
y lo sacó. El hombre se mantuvo escondido cerca de ese hogar. La
madre se abrió paso entre los vecinos para rescatar a su hijo y al no
encontrarlo, desesperada y con angustia empezó a gritar: “Mi hijo…
¡se ha perdido!… ¡Madre mía, devuélvanme al Niño Perdido!”.
Pasaron varias horas y de pronto, entre las sombras de la
madrugada, Estela vio a un hombre que cargaba un bulto envuelto
con un abrigo. Corrió hacia él para arrebatarle el bulto, porque su
sexto sentido le indicaba que ahí estaba su hijo. Lloró de alegría,
llamó a su esposo y la felicidad volvió a ellos, sin embargo por ese
suceso y el grito de la joven, desde entonces la calle fue conocida
con el nombre de Niño Perdido. Eran los años del Siglo XVII. La
leyenda apareció en una de ls ediciones de México Desconocido.

UNA SEGUNDA VERSIÓN

Hay otra versión que involucra a un español inmensamente rico de
nombre Adrián de Villacaña que en 1659 llegó a la Nueva España
con su pequeño hijo, Lauro. Viudo y con enfermedad terminal, el
hombre pensó en buscar una esposa para se encargará de cuidar y
de la educación de su niño. Después de conversar con varias  damas,                      conoció a una “hermosísima mujer, de mirada altivas, cuerpo esbelto y joven”.

Elvira y no dudo en ofrecerle matrimonio,
a pesar de que Lauro le dijo insistentemente “que esa señora no me
gusta”. Desde el primer día se distanciaron la mujer y el pequeño.
Chocaban a cada momento. Dejaron de hablarse y transcurrido un
tiempo. Elvira, que disfrutaba los miles de pesos de su esposo, en
vestidos y joyas, urdió deshacerse de Lauro. El padre se alarmó al
no encontrar a su hijo y convocó a los vecinos para buscarlo.
Jamás fue visto el niño. Murió Adrián. Elvira no era querida por
nadie del barrio, inclusive los sirvientes se fueron retiraron porque
no soportaban el mal trato que recibían.. La mujer organizaba
fiestas, pero nadie asistía. Se volvió loca y una mañana arremetió
contra la sirvienta que le llevaba el desayuno a la cama. Gritaba
incoherencias, se rasgaba la ropa y terminó arrojándose por una
ventana y terminó sus días. Junto al cadáver fue encontrada una
llave que recogió la sirvienta.

La gente pidió que buscaran el sitio de donde emanaba un horrible
olor. Con la llave encontrada no lograron abrir ninguna puerta ni
mueble. Llegaron a un cuarto donde había un baúl, del cual se
desprendían los malos olores. La llavecita era para abrir ese baúl,
donde se encontraba en total descomposición el cuerpo de Lauro,
atado de pies y manos, con una pañoleta de Elvira amarrada en la
boca. Eran los restos de lo que llamaron el Niño Perdido. Esta
segunda historia fue publicada en el diario La Jornada.

EL BROADWAY MEXICANO

Bueno, después de esas historias, leyendas, cuentos o como Usted
quiera interpretarlo, viene la parte alegre. ¿Por qué se les ocurrió
decir que la calzada Niño Perdido, fue el Broadway Mexicano? Las
versiones también son diferentes, sin embargo en la vialidad de 45

kilómetros de extensión, actualmente a partir de Río Churubusco,
en el Sur de la Ciudad de México y hasta el Instituto Mexicano del
Petróleo, ubicado en el Norte, en la alcaldía Gustavo A. Madero, se
concentraron cines, centros nocturnos, carpas, teatros y la turística
Plaza de Garibaldi con su mexicanísimo Tenampa, el de los “dulces”
ponches de granada y en la Plaza, los conjuntos de mariachis.
Antes debo comentarles que esa arteria capitalina, donde hoy solo
circulan los trolebuses como transporte colectivo, desde los años
setentas al abrirse los Ejes Viales, tuvo los siguientes nombres
después de Niño Perdido los cortos tramos fueron: San Juan de
Letrán, Juan Ruiz de Alarcón, Aquiles Serdán, Gabriel Leyva y Santa
María la Redonda. Cada tramo tiene su propia historia.
En esa larga avenida y en sus proximidades estuvieron los Teatros
Tivolí, Lírico, Follies Berger, donde en los años cincuenta eran el
escenario de las rumberas, del debut de Tongolele, ahí también se
presentaron Kalantán, Wanda Seux, Su Mu Key, Rossy Mendoza,
Naná y las cubanas que nos invadieron para el gusto de los
citadinos y los turistas nacionales y extranjeros.
Dos Carpas, antecedente de los teatros de variedad o de comedia,
una muy conocida como Ofelia y otra de Las Vizcaínas, donde
Cantinflas, Schilinsky, Palillo y muchos otros hicieron época,
haciendo gala de su humorismo y de la sátira política.
Centros nocturnos, cabarets para ser preciso, como Pigalle,
Bombay, La Canción, El Tío Sam, El Ratón, El Gran Vals, El Dandy. La
cervecería El Terrible Pérez, con sus especialidades para “los
crudos” y las exquisitas botanas. Cabarets de fama como el Siglo
XX, en la esquina de Fray Servando y Niño Perdido y, pared de por
medio, El Azteca, donde triunfó el carnicero de Tacubaya, el
inolvidable Javier Solís, en los finales de la década de los 50.

En el largo recorrido de Niño Perdido y José T. Cuéllar a Aquiles
Serdán y Cuba, de Sur a Norte, estuvieron los cines Coloso, Maya,
Teresa, Avenida y Cinelandia (ambos exhibían caricaturas a color y
películas en blanco y negro), en el pasaje Savoy, la sala con ese
nombre programaba películas italianas y finalizaba el paseo en los
cines Mariscala y Cineac, uno frente al otro. Entre Madero y 16 de
Septiembre, el primer paso a desnivel en la Capital del País, lo
inauguró en los años 30 el presidente Pascual Ortiz Rubio. En esos
años y en sitio, un fotógrafo de instantáneas se ganaba unos pesos,
se llamó Ernesto “Che” Guevara.
El gran Chava, mi amigo y colega Salvador Estrada, hace años hizo
un nostálgico reportaje del México Nocturno Desaparecido.
Historias, anécdotas, chismes de los parroquianos conocidos y de
las estrellas del cine, de los reporteros “noctambuleros”. Estoy
seguro que muchos de los ochentones que supervivimos, dejamos
escapar una que otra lagrimita.
P.D. La polifacética artista, distinguida dama y activa política Silvia
Pinal el pasado día 12 llegó a sus primeros 91 años de edad y dijo
“tengo novio, guapo, pero no doy su nombre”. La de Guaymas,
Sonora, si es cierto lo que declaró, confirma que para el amor no
hay edades…Y comentando de edades, la Miss Universo 1965, hoy
de 74 años de edad, aseguran que luce muy guapa, escultural y
hasta juvenil, modelando para algunas firmas. Ella es Apasara
Hongsukula, quien nació en 1947 en Bangkok, Tailandia… Este
domingo se cumplirán 36 años del terremoto que cambió la vida
en la Ciudad de México. Miles de familias perdieron a sus seres
queridos, quedaron sin hogar, sin patrimonio. La noche del viernes
20, volvió a temblar la tierra. Doble susto y un trauma que
padecimos por muchos meses. Veíamos destruida la ciudad y

testimoniamos la unidad de todos los sectores para acudir en
auxilio de las víctimas.
*Frase del periodista regiomontano #El Tío Toño
jherrerav@live.com.mx