Cuando en Oaxaca observamos el comportamiento cínico de las tribus que se reagrupan para buscar la candidatura al gobierno por el partido Morena, resulta imposible no medir la gran diferencia que en ellos hace la falta de lealtad y honestidad que pide López Obrador.
Imposible no voltear a ver, por ejemplo, las debilidades de Salomón Jara Cruz y sus ligas con los diputados locales que, en lugar de legislar para combatir la corrupción tan evidente en las presidencias municipales, se coluden en el saqueo de las arcas municipales. El caso más patético es Nochixtlán. La desaparición de la activista Claudia Uruchurtu tiene en prisión a la presidenta municipal Lizbeth Victoria Huerta y mantiene en ascuas al mismo Jara con sus pretensiones políticas.
Si hablamos de lealtad, esta prueba no la pasaría doña Susana Harp desde aquellos mensajes en sus redes sociales de noviembre del 2017. Cuanto le pesará hoy su dicho: “Qué falta de respeto de MORENA usar a las personas cuando nadie te ha preguntado si quieres participar”. Era cuando le ofrecían la candidatura al Senado que desdeñó, pero luego aceptó.
Si hablamos de experiencia para llevar las riendas de un Oaxaca tan discorde, se nada servirá que cante tan bonito.