Activista y Literata Guerrerense del Siglo XIX, Ignorada

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JORGE HERRERA VALENZUELA

NUESTRAS MUJERES SIEMPRE EN LA LUCHA POR EL PROGRESO

Siempre que escribimos, comentamos, hablamos, de la lucha
feminista en nuestro país, sobre todo para resaltar la labor de
quienes encabezaron movimientos y acciones para alcanzar la
igualdad de derechos y obligaciones con los hombres, referimos a
quienes enfrentaron la batalla en el siglo pasado. En un recorrido
de lectura me encontré con un pasaje sumamente interesante y
cuyo personaje central es una joven mujer de nombre Laureana
Wright de Kleinhans.
Como que el nombre y los apellidos de la dama nos llaman la
atención. Resulta nació en Taxco, Guerrero, el 4 de julio de 1846 y
vivió 50 años destacando como literata y en labor paralela activista
en pro de la participación de la mujer en los comicios electorales,
con derecho a votar. Esto lo promovió intensamente, a nivel
nacional, en las páginas de la revista semanal Violetas del Anáhuac.
La edición la hizo en la Ciudad de México.
Laureana fue hija del estadounidense Santiago Wright y de la
guerrerense Eulalia González, quienes trasladaron su domicilio a la
Capital del País, donde la niña desde sus primeros años se aficionó
a la lectura de todo tipo. Sus padres le procuraron buenas escuelas
y la chiquilla aprendió en corto tiempo aprendió y dominó francés e
inglés. Vivió los días de la Guerra de Reforma, del Imperio de
Maximiliano y la Restauración de la República. Para entonces, a sus
casi veinte años de edad, Laureana escribía sobre esos
acontecimientos, según aparece en su biografía.

Conoce al francés Sebastián Kleinhans y en 1861 contraen
matrimonio. Se establecen en una zona residencial capitalina y la
joven taxqueña después de nacer su hija, a la que bautizan con el
nombre de Margarita, retoma sus actividades literarias y entabla
amistad con otro de nuestros valores en la poesía, Manuel Acuña,
quien la invitó a pertenecer a la Sociedad Netzahualcóyotl.
Comienzas sus éxitos y los reconocimientos a su labor
A su hija la induce también por el camino del arte y Margarita se
convierte en una violinista reconocida y llega a directora de
orquesta. Sus progenitores la impulsan y la joven actúa como
solista en conciertos que tienen lugar tanto en nuestro país como
fuera de él.
Laureana es llamada a figurar como parte de la Sociedad Científica
El Porvenir, cuyos directivos difunden las poesías de quien se hace
amiga de la señora Delfina Ortega de Díaz, sobrina y esposa de
Porfirio Díaz. Ya era colaboradora de El Diario del Hogar. En 1873 a
petición de Ignacio Ramírez, “El Nigromante”, y de Francisco
Pimentel, ingresa al Liceo Hidalgo y en 1885 pasa al Liceo
Altamirano. En ambas instituciones se consolidad como poetisa y
periodista. Un año antes ya dirigía la antes referida Revista Violetas
del Anáhuac y fundó el periódico Las Hijas del Anáhuac.
Era una mujer muy inquieta y decidida a sostener su movimiento a
favor de los derechos de la mujer. Destacó por sus artículos
combativos contra el presidente Porfirio Díaz, el cual hace que la
expulsen del país, desoyendo a su esposa Delfina que intercedió
por su amiga. Nada impidió que ella continuara a ritmo acelerado
en sus trabajos como recopiladora de datos biográficos de las
mujeres más brillantes y una de las primeras es Juana de Asbaje y
Ramírez, Sor Juana, a la que investiga desde sus raíces familiares.

PROLÍFICA ESCRITORA

Incansable y dedicada al estudio, sin descuidar su papel de esposa y
de madre, Laureana se convirtió en una escritora reclamada por sus
artículos y elogiada por sus poesías de corte patriótico. Al
presidente Díaz le atacó por la explotación de que eran objeto los
trabajadores y él no hacía nada para protegerlos de sus
explotadores; no existía ley laboral. Insistía permanentemente en la
defensa de la mujer, y escribió: “la educación femenina es el
principio que demuestra la igualdad intelectual entre hombres y
mujeres y es el principio de su emancipación”.
En otro de sus artículos afirmó que “el sometimiento de la mujer
se debía básicamente a la falta de cultura y de educación”.
Estableció contacto con los integrantes de la Logia del Rito Escocés
Antiguo y con el Rito de York. Los primeros excluían a la mujer y los
segundos la “desvalorizaban” y éstos “no admitían jamás en sus
trabajos a un ciego, a un loco, ni a una mujer”. No se sintió
fracasada y se afilió a la Sociedad Espiritista de México, porque ésta
“sostenía que hombres y mujeres son iguales en inteligencia”. Llegó
a ser vicepresidenta de esa Sociedad.
A esta ilustre guerrerense en pleno Siglo XIX, la calificaron de
revolucionaria por su pensamiento y acciones, cuando la mujer no
podía ni salir de su casa o pretender estudiar. Nada la detenía. De
ella dijeron, en ese entonces, “es una esposa culta y una madre
educada”.
Entre sus obras destaca la titulada “Mujeres Notables Mexicanas”,
editada en 1910 y en sus 595 páginas están redactadas 116
biografías, siendo la primera de ellas, la de Carmelita Romero
Rubio de Díaz”. No he leído el libro y me dicen que abarca desde
antes de la Conquista hasta mediados del Siglo XIX. También nos

legó dos libros, “La Emancipación de la Mujer por Medio del
Estudio” y “Educación Errónea de Mujer y Medio Práctico para Arreglarla”.

OTRA MEXICANA ACTIVISTA

Los primeros pasos dados por Laureana en el movimiento
feminista, los siguió una duranguense que destacó en los últimos
años del Siglo XIX. Ella fue Juana Belém Gutiérrez, fundadora de
Vésper, un periódico combativo que tuvo brillantes colaboradores.
La joven de 22 años inició su activismo como periodista además de
ejercer como profesora. Hubo de contrariar al presidente Porfirio
Díaz, quien la exilió a Laredo, Texas.
Juana Belém fue clasificada como anarquista, feminista y activista a
favor de los revolucionarios hermanos Flores Magón, así como se
declaró zapatista y estuvo al lado del Caudillo del Sur. Juana se casó
con un minero, al que inclusive le enseñó a leer y a escribir. Anduvo
por toda la República, inició la publicación de diferentes revistas y
periódicos, además de promover en 1911 que la mujer tuviera
acceso a las urnas electorales.
También siguió la actividad del grupo Las Hijas del Anáhuac, en
1907, que fundó en 1984 Laureana Wright. Su última obra fue un
libro en que refirió los problemas nacionales de la época. “Por la
Tierra y por la Raza” fue el título y se agotó inmediatamente y en
1967 su hija Laura Mendoza Gutiérrez, apoyada por Susana
Mendoza, nieta de la duranguense, hicieron una nueva edición.
jherrerav@live.com.mx